LA ESPERA.

El ruido del timbre la sobresaltó. La ansiedad había aguzado sus sentidos lo suficiente como para que el simple “ding dong” le sonara estrepitoso.

De un salto se levantó del sillón. Era él. Por fin había llegado.

Presurosa se dirigió a la puerta, pero se detuvo un instante antes de abrir. Lo había esperado durante un tiempo que le pareció eterno, pero aún le quedaba una pizca de voluntad para oponerse a su presencia.

Luchó consigo misma durante unos segundos, pero al final se dio por vencida. Giró el picaporte y abrió la puerta… el corazón aceleró su ritmo a medida que la silueta harto conocida de un joven se dejaba ver.

-Hola…
-Hola.

Ella no notó que la precipitación de su saludo lo había desconcertado, ni que la fijeza de su mirada lo estaba incomodando. Él, empezando a ponerse nervioso por la extraña situación, carraspeó un poco y se acercó unos pasos.

-Su pedido…

Ella recibió lo que se le entregaba en una especie de éxtasis, luego le dio un billete sin fijarse en su valor y cerró la puerta sin más.

Al poco rato devoraba una pizza. La hawaiana extra grande duró apenas 10 minutos y su dieta apenas 3 días.