2.
Lunes. 7 meses, 3 semanas y dos días antes.
En alguna calle de Lima.
“Los bancos son una porquería. El maldito sistema financiero es una porquería. Este país de mierda es una porquería. ¿De dónde diablos voy a sacar 35 mil soles? Que se jodan por que no tengo ni un céntimo. ¿Qué nos pueden quitar si ya se lo llevaron todo? ¿La casa? ¡ja! Estúpidos. Como me gustaría verles la cara cuando se enteren que está hipotecada.
-Ja ja ja…
Aquella risa forzada no duró mucho. Y es que no era para alegrarse el hecho de que el banco no pudiera cobrar su deuda quedándose con la casa o el auto solo por que alguien más se los iba a quedar.
El joven se deshace el nudo de la corbata con fastidio. Una mujer pasa por su lado justo en ese instante y recibe un codazo. Molesta se vuelve para decir:
-Ten cuidado…
Él no responde.
“Que se jodan los malditos. Que se pudran ellos y su plata…”
Una señorita con ropa de oficina, camina en dirección contraria. Viene buscando algo en su cartera, pero deja de hacerlo cuando lo ve. La joven tiene una figura curvilínea y un bonito rostro, pero él no lo nota. En cambio, ella sí que repara en él. Se ve algo desaliñado con la corbata suelta y el pelo en desorden pero definitivamente es guapo. Muy guapo. Ambos están a un paso, y ella esta esperando que él la mire. Lo hace, y por un segundo parece notar que ella le sonríe, pero sigue caminando sin más. Ella apura el paso algo sonrojada y vuelve a buscar dentro de su cartera.
El paradero, hace unas horas atestado de gente, se halla casi desierto. Son las 10 con treinta y tres minutos de la mañana y a penas 2 señoras aparte de él, esperan tomar un bus.
“Seguro van a casa. Seguro cuando lleguen prepararán el almuerzo para sus hijos. Lavarán los platos, limpiarán la casa, verán alguna novela, conversarán con la vecina y en la noche verán a sus esposos. Ellos llegaran cansados de trabajar, se sentarán en el sillón y esperarán a que ellas les sirvan la comida. Luego todos irán a dormir. Y así por todos los demás días. Simple. La estúpida rutina de los que no han hipotecado su casa ni deben 35 mil soles al puto banco...”
El bus que debe tomar se estaciona en el paradero y el joven sube. No hay muchos pasajeros a bordo así que tiene asientos para escoger. Elige uno de la última fila, junto a la ventana. De pronto recuerda que le robaron la billetera en la mañana, cuando se dirigía al banco.
- ¡Mierda!
Busca en sus bolsillos y encuentra un billete. Ese que sacó de la billetera justo antes de que un fumón se la arrancara de las manos.
“Cojudo. ¿Qué vas a hacer con 8 soles?”
El robo no le afecto tanto. En la billetera apenas habían unas monedas, algunas tarjetas de crédito que no le servían para nada y un par de fotos. A buena hora se olvidó el DNI en la casa. Pero…
“Huevón de mierda. Por lo menos me debió dejar las fotos…”
Eran 5. Una pequeña colección de varias sesiones de fotos que se hicieron cuando la plata no era un problema. Esos 5 pedazos de papel fotográfico contaban su vida entera. La universidad. El noviazgo. La boda. La casa. El bebé.
Por primera vez en todo el día, sonríe. No es raro que el inquieto inquilino de la panza de su mujer, lo haga sonreír. Desde hace unos meses es el único que lo logra.
El cobrador del bus se le acerca y le exige su pasaje. Él le da el billete que sacó de su bolsillo y espera que le den el vuelto. 50 soles son suficientes para pagar 50 pasajes, pero no alcanza siquiera para la décima parte de los intereses que le cobra el banco. Esos sí que son rateros. Unos bien vestidos, pero más ávidos de plata que el fumón de hace unas horas. Por lo menos él la necesitaba para comer, o para comprarse un poquito de terokal con que “volar” un rato, lejos de la realidad que le toca vivir.
El joven observa por la ventana y se da cuenta que pronto llegará a casa. Se pone de pie y camina hacia la puerta. Exige su vuelto y cuando el bus se estaciona en el paradero, baja.
Todavía le quedan un par de cuadras de camino, pero tiene que hacerlas a pie. Hace dos meses vendió el auto y desde entonces camina desde el paradero a su casa, pero todavía no se acostumbra. En realidad el trayecto no se le haría tan odioso si los vecinos no lo miraran con aquella jodida curiosidad. Pero, ¿Qué puede hacer? Ya disfruto de las ventajas, ahora le toca sufrir la desventajas de vivir en un barrio ficho.
“Que ganas de mandarlos a la mierda…”
La vecina divorciada del frente, aquella que se contonea al caminar cada vez que lo ve, pasa con su Ferrari negro, justo bordeando la vereda por la que él camina. Disminuye la velocidad y lo espera. Cuando él ya esta a su lado, baja la luna del carro.
-Mario, ¿vas para tu casa?
Es una pregunta estúpida, pero ella está tan ocupada en hacer que el mire sus piernas cruzadas, que parece no darse cuenta.
-Hola, sí, voy para…
-Sube, te jalo.
Mario odia que la gente no le deje terminar de hablar. Y odia que ella se comporte con él como una cuarentona fem fatale.
-No gracias.
Antes que la vecina le replique, Mario cruza a la otra vereda y se dirige a casa por un camino distinto al de ella. Cuando llega al extremo de la avenida en que vive, ve el auto aparcado en la cochera de la vecina y a ella observando atentamente como un grupo de hombres va sacando todos los muebles de la casa del frente. Su casa.