Compartiendo vida, capítulo 1


1.

Martes, 19:37 horas.

Sala de operaciones.



En el centro de la sala, plenamente iluminados por dos potentes haces de luz, se hallan dos pacientes echados boca abajo en sendas camillas. Casi han perdido el conocimiento, pero todavía pueden distinguir algo de la realidad que los rodea. Se sienten nerviosos, tienen miedo, les gustaría que alguien les tomara de la mano, pero ambos pasan de la edad en la que se lo pedirían a una de las enfermeras sin sentir vergüenza por ello. Además las enfermeras son jóvenes. Jóvenes y bonitas. 

La anestesia termina de hacer su trabajo y el paciente de menor edad se sume por fin en un profundo estado de inconsciencia. Es delgado, alto, de piel pálida, no pasará de los 17 años. El otro paciente debe tener poco menos de 30, y es un poco más alto y más robusto que su compañero. Todavía puede reconocer la sala y antes de perder la conciencia del todo, se vuelve hacia el muchacho pálido. No puede distinguir más que una figura borrosa, pero sabe que él está allí. Le hubiera gustado darle ánimos, pero hace mucho tiempo no hace ese tipo de cosas y a perdido la práctica. Por fin, y luego de que la luz empieza a desaparecer, se queda dormido. 

Dos cirujanos, dos anestesistas y tres enfermeras se separan en dos grupos, y se ubican cada uno al lado de sus respectivos pacientes. Uno de los cirujanos sintoniza en la radio una emisora de música clásica y se coloca nuevamente al lado de su paciente. Todo el equipo se desea suerte, alguno que otro miembro reza en silencio una plegaria y antes de empezar la primera operación, se sincronizan todos los relojes y se prepara el cronómetro. El tiempo debe ser perfectamente calculado por que dentro de poco cada segundo será decisivo.

El cirujano que pronto operará al chico pálido, murmura algo que el tapabocas impide entender. Se da cuenta de ello y se descubre la boca para decir:

-Después me toca usar la radio.

Su colega, sin despegar los ojos de la incisión que esta haciendo, asiente con una sonrisa. Sabe que cuando llegué la hora de escuchar boleros, el cirujano del chico pálido estará tan ocupado con su paciente que ni se dará cuenta de que música esta sonando en la sala.

Bethoveen interpreta Moonligth acompañado de rítmico sonido de todos los minuteros avanzando a la vez. Tic - tac, tic - tac. El cirujano que esta operando al joven robusto tenía razón. Su colega está tan concentrado en el chico pálido que ni siquiera oye la música. Pero tampoco él la oye. 

Los minuteros continúan avanzando parejos, los médicos se encuentra en su estado de mayor actividad, y ahora nadie, salvo la enfermera que acaba de cambiar la emisora, nota que, en la sala, Bethoveen ha dejado de tocar y en su lugar alguien canta una balada. 

You are beautiful, you are beautiful, you are beautiful is true