YO PROTESTO:
POR UN TRATO DIGNO Y RESPETUOSO, NO AL ACOSO DISFRAZADO DE GALANTERÍA BARATA.
No soy hermosa. No soy sensual. Pero hay mujeres que sí. Y en su mayoría se sienten vulnerables ante la mirada lujuriosa de un hombre en la calle. Ante el contacto malintencionado de otro en un micro. Ante los gestos libidinosos de un tercero en una avenida. Me pregunto, y se preguntaran ellas con más frecuencia: ¿Por qué se creen con el derecho de tratarlas con tal vulgaridad? Sí, hay que reconocerlo, una mujer no puede pretender que se le mire con absoluta castidad si explota adrede su atractivo sexual, sin embargo, esto de ninguna manera justifica el trato indigno. ¿O es que un pantalón ceñido, una falda corta, una blusa con escote, son una invitación a las obscenidades? Por supuesto que no. A las mujeres nos halaga sentirnos admiradas, gustadas, incluso deseadas, pero hay un límite que se debe respetar.
Un hombre de mente saludable, sexualidad equilibrada, y un mínimo de educación, es capaz de observar a una mujer voluptuosa, admirar sus formas, e incluso ponderarlas, sin agredirla siendo soez. Un hombre que sabe respetar su racionalidad y que no se deja llevar por sus instintos -como los animales, de los cuales se distingue precisamente por esta capacidad- domina su mente, su cuerpo, su libido; por lo tanto lo primero que le despierta la contemplación de una bien proporcionada silueta femenina, no siempre son ansias de placer físico. Entonces, ¿Cómo se explica el comportamiento de algunos “caballeros” que parecen olvidar que nuestro cuerpo no solo esta conformado por trasero, pechos y piernas? ¿Será que empiezan a retroceder en el proceso evolutivo y poco a poco pierden el control de sus instintos? ¿O será tal vez que inconcientemente nosotras mismas hemos permitido que se tomen esas libertades?
Deberíamos poder andar por la calle sintiéndonos seguras, respetadas, protegidas, teniendo la certeza de que los hombres con los que nos crucemos, no lastimarán la delicadeza de nuestra esencia con “piropos” grotescos, miradas obscenas, acercamientos groseros, o tocamientos infames. Es responsabilidad de la sociedad el procurar que nuestro derecho al respeto y el trato digno no sea vulnerado. Es responsabilidad de los hombres el mostrar moderación, decoro y caballerosidad en todo tipo de expresiones suyas hacia nuestro género. Y es responsabilidad nuestra el demostrar decencia y coherencia en la relación interior-exterior de nuestro ser.
Somos mujeres, no muñecas inflables, ¡exijamos un trato en consecuencia!