De una costilla fuimos creadas...

Para acompañarlos y complementarlos, no para ser sus lacayos.






Durante mucho tiempo fuimos consideradas “el sexo débil”, pero hemos demostrado que nuestra fortaleza va más allá de la capacidad física que tienen los hombres; sin embargo, aún en estos tiempos en que todo el mundo hace eco de la afamada “igualdad de género” existen personas que piensan que ciertas actividades, actitudes, y roles, son naturalmente atribuibles a una mujer.

Personalmente detesto que en una reunión familiar, mis tíos, primos, y cualquier otro invitado varón, se sienten a esperar que sean las mujeres quienes cocinen, sirvan la comida, laven los platos y vigilen a los niños, sin la más mínima intención de colaborar. No es que pretenda que ellos se ocupen de la mitad del trabajo (su machista ignorancia de “nuestras” labores lo hace imposible), como se esperaría en una verdadera relación de igualdad, pero esa actitud de indiferencia total me enerva, me hace sentir que retrocedo a la época en que el orden natural de las cosas los colocaba a ellos en el estatus de los seres que debían servidos; y a nosotras, en el de los que debían servir. A veces parece que, sin importar el nivel de desarrollo profesional o personal al que lleguemos, siempre se nos considerará  "amas de casa";.lo que no estaría mal si colaboran un poco y no menospreciaran nuestras demás habilidades.

Otra cuestión indignante es esa ridícula convicción de que lo más grande que podemos hacer las mujeres en esta vida es tener un hijo. Un niño puede ser lo mejor, lo más importante, para su madre, pero no porque al tenerlo ella “cumplió su misión” si no por el valor en sí mismo que tiene ese niño. Además, por su puesto que el hecho de que un ser humano contenga dentro de sí a otro ser humano es extraordinario y asombroso, pero nuestra importancia en este mundo, el objetivo por el que fuimos creadas, nuestra razón de ser, no puede solo reducirse a procrear. Una mujer que no tiene hijos no es un ser yermo, hueco, muerto, pues puede ser fecunda y productiva de muchas otras maneras.

Y esta verdad me trae a la mente, inevitablemente, otra de las más absurdas ideas implantadas en la mente de muchas mujeres. Ojalá hubiera una forma de hacerles entender que NO NECESITAMOS DE UN HOMBRE PARA VIVIR (lo que no significa que debemos alejarlos de nosotras). Y con “vivir” resumo las necesidades existenciales más grandes que tenemos: sentirnos seguras, protegidas, valoradas, queridas, necesitadas. Ni siquiera en estricto sentido físico nos son tan desesperadamente imprescindibles pues nuestra “fragilidad” puede compensarse sobradamente con ingenio, y nuestra libido no es en absoluto parecida al de las gatas en celo así que podemos controlarla. ¡Y LO MISMO PUEDEN HACER ELLOS!

Hombres, sepan que las labores del hogar (incluído el cuidado de los pequeños) no son exclusivamente nuestras; que decidir no tener hijos no nos hace raras, machonas o lesbianas, y que podemos cambiar un foco, construir un cohete o ir al cine o una boda solas, pues nada más hay una cosa que no podemos hacer sin ustedes.


He dicho.