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Compartiendo vida, capítulo 3



3.

Viernes.
En la “nueva” casa.



Lo primero que ven sus ojos al abrirse es el techo. Parpadea un par de veces intentando acostumbrarse a la penumbra de otra madrugada invernal, luego, algo entumecido por la inmovilidad de sus horas de sueño, se vuelve hacia su lado izquierdo y se encuentra con una pared angosta y sin ventanas. Resopla fastidiado. Odia las habitaciones pequeñas y sin ventanas, y la que ocupa desde hace casi dos meses, es exactamente así.

Mario extiende el brazo para observar mejor el despertador. La aguja pequeña casi marca las 6 y la grande casi marca las 12. Vuelve a resoplar, esta vez, hastiado. Otra vez despertó antes de tiempo. Conteniendo sus ganas de arrojarlo al piso, regresa el reloj a su lugar, y se vuelve hacia su lado derecho. Ella sigue soñando, con el rostro sonrosado casi oculto entre dos almohadas y las manos reposando una sobre otra.

“¿Cómo tú si puedes dormir?”

Mario acaricia sus cabellos alborotados y la observa un largo rato. Se ve hermosa, incluso mientras duerme. Sus dedos se deslizan casi tocándole las mejillas, pero se detienen al sentir un ligero movimiento en la cama... el bebé acaba de moverse. Mario sonríe.

-Si no estuvieras conmigo mi vida ya no tendría sentido… gracias…

Esta vez es ella quien se mueve. El corazón de Mario se dispara. Ella finalmente se acomoda, y él se siente como un quinceañero que acaba de declararse por primera vez. Algo aturdido, parece recién darse cuenta que, a pesar de todo, su amor por ella permanece intacto.

Mario se vuelve de nuevo hacia el despertador y observa con sorpresa que ya son las 6:24 am. Con mucho cuidado, se levanta de la cama. Aún es temprano, pero prefiere comenzar el día de una vez. Coge una toalla, sale de la habitación y se dirige al baño. Justo cuando está llegando observa entrar a una mujer mayor con una enorme toalla sobre los hombros. Mario ve la puerta cerrarse tras ella y reprime una grosería. En esa casa están terminantemente prohibidas. Media hora después puede entrar a ducharse, y mientras lo hace, dice todas las groserías que conoce.

Cuando vuelve al cuarto encuentra la cama vacía. Se viste, se dirige a la sala y encuentra a su aún adormilada esposa, colocando el pan en la mesa.

-Buenos días – saluda ella, sonriéndole como todas las mañanas.
-Buenos días – contesta él, acercándosele, dándole un beso y acariciándole la panza.
-¿Hoy tampoco pudiste dormir? – pregunta ella yendo a la cocina.
-¿No puedes dormir? – pregunta a su vez la mujer que se baño primera, volviendo de la cocina.
-Buenos días…
-¿No puedes dormir?…
-No…
-¿Por qué?
-Tiene insomnio.
-¿A sí?

Mario apura el café con leche de su taza, mordisquea un pan con jamonada y se levanta deseando salir pronto de allí.

-¿Ya te vas? Pero todavía es temprano…
-A esta hora hay mucho tráfico…

Ella quiere agregar algo más, pero él le da un beso en los labios, le dirige un “hasta luego” a la mujer, y al fin sale de la casa.

Camina por una venida recordando el “¿no puedes dormir?” el “¿Por qué?” y el “¿a sí?” de su suegra y no puede evitar que sus dedos se cierren en un puño. Odia el tonito con que ella le dice algunas cosas y odia no poder, respetuosamente, mandarla a paseo. ¿Cómo va a hacerlo? si desde que lo desalojaron de su casa ¡está viviendo en la de ella! Da un puntapié en la vereda y maldice por enésima vez al banco, vuelve a dar otro puntapié y esta vez maldice el haberse olvidado su carnet de identificación. Hace más de un mes que trabaja de asistente contable en una oficina y sin el carnet no lo dejarán pasar. Resopla resignado, da media vuelta y desanda el camino.

Todavía no llega a la puerta de la casa y ya escucha el rumor de una discusión. Apura el paso, introduce la llave en la cerradura y apenas abre la puerta se detiene.

-… ¡Le debe a medio mundo!... ¡Se fue a la quiebra, se gastó todos tus ahorros y encima perdió el carro y la casa!
-¡Basta!
-Es la verdad, tú mejor que nadie lo sabe…
-Exacto, mamá. Yo lo sé, tú no...
-¿Ahora me dirás que miento?
-No voy a seguir con esta conversación absurda.
-Nada es absurdo si lo haces por tus hijos. Dentro de dos meses va a nacer el tuyo y ¿qué le puedes dar? ¡Nada!
-No le va a faltar lo indispensable…
-¿Y a ti? ¿Crees que en apenas un par de años van a terminar de pagar al banco? ¿Crees que vas a volver a tener la vida acomodada de antes?
-No la necesito.
-Estás acostumbrada a vivir en una buena casa, a vestir con buena ropa, a darte lujos que tu marido ya no te puede dar…
-¡Basta!
-… Diana, hija, eres joven, hermosa, inteligente, cualquier hombre querría estar contigo…
-¡Mamá, basta!
-… alguien que te dé lo que mereces… ¡no tienes por que vivir en la miseria!
-Tiene razón, suegra.

Las dos mujeres se vuelven hacia él y ambas lo observan con el semblante lívido.

-Tiene razón. – Mario mira a su esposa – Eres joven, hermosa, inteligente, estas acostumbrada a la buena vida…

-¡Es la verdad!
-¡Mamá, cállate!

La suegra se vuelve hacia su hija y por fin guarda silencio. Ella la mira con el semblante crispado y entiende que debe dejarlos a solas.

-¿Pero por qué se va, suegra? Me gustaría oír nuevamente sus planes para el futuro de mi mujer y mi hijo…

La madre de Diana reprime una exclamación y coge su bolso de un perchero. La puerta de la casa se cierra tras ella y de inmediato Diana se acerca a su esposo.

-No lo dijo en serio…
-¡No! ¡Claro que no!
-… Está alterada por todo esto…

Mario entra a la habitación sin responderle. Rebusca en los bolsillos del pantalón que uso el día anterior y tras sacudir violentamente la prenda, saca el carnet.

-Habló sin pensar… lo que dijo no tiene sentido…
-¿No? Pues yo creo que sí. Yo creo que tu madre tiene toda la razón. Mereces una vida como la de antes y tu marido ya no te la puede dar. Este marido, no.
-¡No hables así!
-¿Por qué? “Es la verdad” ¡La maldita verdad!... Mi negocio se fue a la mierda, me gasté hasta el último puto céntimo de tus ahorros, por cojudo perdí todo lo que tenía y no tengo nada que ofrecerle a mi hijo. ¡Nada! Estar conmigo te va a terminar de joder la vida, y lo mejor que puedes hacer por el bien de todos es buscarte otro que te pueda dar lo que yo no.

Mario sale del cuarto sin prestar atención a las palabras de su esposa. Llega a la sala y se jura que como sea va a largarse de esa casa.

“…cualquier hombre querría estar contigo… alguien que te dé lo que mereces… ¡no tienes por que vivir en la miseria…”

-¡Maldita sea!

Su grito es opacado por otro más agudo. Un escalofrío le recorre la espalda. Se vuelve.

-¡Mario!

El corazón le da un vuelco y un intenso terror lo invade. En un segundo regresa a la habitación y la escena que contempla lo horroriza. Diana esta arrodillada sobre el piso, cogiéndose el vientre, y bajo sus pies se extiende un pequeño charco de un líquido transparente que empieza a mezclarse con una hilera de sangre.

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5 visitantes opinaron

  1. Graciaaas por tus comentarioos =D! el relato que dices es "una mirada, un te quiero y una rosa" es que adoro las rosas, me enamoran las miradas y me derriten los te quiero que son sinceros^^!
    Me alegro de que te gustase!
    Un besazo enormee preciosaaa!(K) =)

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  2. *_*
    TE QUEDAS CON LA INTRIGA T.T
    jajaj (:
    quiero ya qe siga!
    un beso

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  3. Hola chicas, gracias por pasarse, y Mari esa es mi intención =P ojalá terminé pronto el siguiente capítulo.

    Un abrazo para ambas.

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  4. Lo primero que queria decirte es que gracias por tu comentario de ánimo , de verdad me hacia falta.
    Y bueno respecto a esta entrada esta muy entretenida y bueno ese continuará con gusto a más, espero tu próxima entrada .

    Besos !
    Nueva publicación ! Pásate !

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  5. woa apenas voy por este cap y esta muy emocionante, me apresuro a leer el siguiente. ^^

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Gracias por escribir. Me comunicaré contigo tan pronto lea tu mensaje. ¡Ten un buen día!